5/12/09


Yamato, el mayor buque acorazado de su tiempo (junto a su gemelo Mushashi, hundido el 24 de octubre de 1944 al sur de Luzón por ataque aéreo) y nave insignia de la flota imperial japonesa, fue la víctima ejemplar de la modernización en la guerra naval, en la que los grandes buques armados con poderosos cañones poco podían hacer ya ante el poderío aéreo que la doctrina de portaaviones llevaba consigo.
En la obra, genuino retrato del sentir del pueblo japonés y su actitud ante la guerra y la unidad nacional, el espectador se asombra con la milimétrica y espectacular reconstrucción del legendario y mítico buque, que no escatima en detalles y luce tal y como debió ser en aquellos días en que para sus tripulantes fue un orgullo servir al pie de sus poderosas torres artilleras y manejar sus contundentes antiaéreos.
La historia de la tripulación del Yamato, emotiva y magistralmente interpretada, es la conmovedora historia de lo que en realidad fueron un grupo de chiquillos arrastrados por el torbellino de la guerra, al sinsentido del vano sacrificio, a la vez que la lógica consecuencia del sentir japonés y su sentido del deber de defender a la patria aún cuando todo está perdido.
Toda una joya, de una emotividad y espectacularidad inédita al reproducir la batalla del 7 de abril que nada tiene que envidiar a las producciones americanas

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